No era secreto para
nadie que su relación era un tanto extraña, pero ambos esquivaban el
tema, pasaban de él porque era algo de ellos, y creían que el resto
exageraba. Bill también creyó que la gente exageraba, hasta que lo
admitió. Él sentía algo más por Tom.
Y ese algo más fue aumentando. Bill hacía esfuerzos
sobrehumanos para ocultarlo, pero cada vez le era más difícil; hasta
que un día ya no pudo.
Estaba al borde del colapso, estaba nervioso y se
emborrachaba a menudo. El ron era uno de sus mejores amigos. Casi nunca
iba a bares, prefería ahogar sus penas en la comodidad de su hogar.
Porque ahí estaba Tom.
Se sentaba en el suelo, a los pies de su cama, la
botella a su lado y una cajetilla de cigarros. Ponía la calefacción al
máximo porque le agradaba la sensación que le provocaba el sudar en
exceso. Fumaba, bebía, y sudaba. ¿Era normal?, no. Claro que no, pero su
mente estaba aturdida y las horas de sobriedad se las pasaba durmiendo,
y con una resaca de aquellas.
No recordaba la última conversación agradable que
tuvo con su hermano, por más que quisiera. Ahora se gritaban mucho;
discutían por todo y lo que más le dolía, Tom le miraba con lástima.
Aún así cada día había sido tranquilo, mucho más
tranquilo que hoy, porque con el paso de los días la rutina de evitarse y
dejar de inmiscuir en los asuntos del otro se les vino encima. Tom dejó
de preguntar qué le pasaba a su hermano y siguió con su vida casi
normal. Bill dejó de inventar excusas y se camufló en la oscuridad de su
cuarto, solo él y sus vicios.
Ahora no había ron, no había sudor. Sólo un cigarro
recién encendido al cual le daba caladas cortas apoyado en una pared de
su habitación. Se torturaría, si no lo hacía no tendría la fuerza
suficiente como para salir de ahí, así que se obligó a recordar todo lo
que había sucedido ese día. «Hazte fuerte, Bill»
A eso de las tres de la tarde, se metió al baño. El
reflejo que le devolvía el espejo no era el peor, pero sin duda estaba
más demacrado. Quería recuperar el brillo de sus ojos y la vitalidad que
tenía antes. No se sentía vacío, pero sí confundido, así que decidió
tomar una ducha con agua fría y pensar.
Estaba bajo el chorro de agua casi congelada, y no
lograba concentrarse. Es cierto, hay dos tipos de duchas reflexivas; las
que te ayudan, o las que te dejan aún más jodido.
Él estaba aún más jodido.
Así que no pensó mucho cuando envuelto en una gran
toalla, se dirigió al cuarto de Tom. Él quería decirle todo, quería
decirle cuánto lo amaba, y que le daría el mundo entero si se aventuraba
a estar con él.
Tocó la puerta y esperó pacientemente a que la
figura de su gemelo apareciera cuando ésta se abriera. Pero Tom no
abría. Juntó valor de algún lado, y abrió despacio. Lo que vio lo partió
en pedazos. Pedazos muy pequeños.
Tom estaba en la cama, dormido, al igual que la
morena a su lado. Bill la conocía, pero su nombre era algo que no quería
recordar. Tenía náuseas. Ambos estaban desnudos, o eso suponía,
abrazados en una incómoda posición y con el sol dando de lleno en sus
caras.
Y bien, una muy pequeña parte del relato. Dejaré unos links que me encantan, por si alguien lee ésto.
Let it go - Escape the fate (canción que inspiró el one-shot): http://www.youtube.com/watch?v=SbMV3Q7RAak
Mi cuenta en Tokio Hotel Ficcion: http://www.tokiohotelficcion.es/viewuser.php?uid=8918
Déjalo ir: http://www.tokiohotelficcion.es/viewstory.php?sid=2857
Ah, me iré a escribir ahora. Gracias a los que se pasen por aquí.
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